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jueves, 31 de mayo de 2012

12-MIGUEL DE CERVANTES Y COLINDRES

Seguro que muchos os preguntareis, que tiene que ver la velocidad con el tocino,que tiene que ver el denominado "manco de Lepanto" ,autor de "El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha" ,obra que por todos es valorada como la más universal, de las obras literarias de las plumas nacionales y más aun en lengua española .
Que en el templete de la música ,esta la historia del Quijote,no los tiros van por otro lado.



Pues el mencionado Don Miguel de Cervantes Saavedra, escribió una obra titulada "Novelas ejemplares ",que no son otra cosa, que un compendio de novelas cortas con carácter didáctico y moral ,que escribiría entre 1590 y 1612 .
Aunque posteriormente fue editada por Juan de la Cuesta en 1613.


De las novelas que escribió Don Miguel nos quedamos con una, cuyo curioso titulo es "El coloquio de los perros".En la cual se cuenta como dos perros llamados Cipión y Berganza una noche muy asombrados, se dieron cuenta que podían hablar y aprovecharon para contar todo lo que pudieran, pues no sabían cuanto duraría esa oportunidad.Uno de los pasajes de esta conversacion es el llamado "Aventura de la Colindres, y del Alguacil amo de Berganza".


Pues bien en dicha obra la palabra Colindres se menciona 8 veces .Aunque fatidicamente, no salimos muy bien parados, pues el nombre es el apodo,apelativo o mote de una mujer digamos, de vida alegre ,por que no decirlo, de una prostituta, lo mas seguro procedente de nuestra villa  .Pero que ello no disminuya el merito de que el nombre de esta entonces diminuto lugar de Colindres, la que según fuentes documentales solo poseía 350 habitantes aproximadamente en esas fechas.Para que  fuese a  aparecer en una de las obras, de tan brillante escritor.
A continuación citare la conversación donde se menciona a "La Colindres ", como se llama la "señora" en cuestión.

Y cito literalmente:

CIPIÓN.-Así va el mundo, y no hay para qué te pongas ahora a
esagerar los vaivenes de fortuna, como si hubiera mucha diferencia
de ser mozo de un jifero a serlo de un corchete. No puedo sufrir ni
llevar en paciencia oír las quejas que dan de la fortuna algunos
hombres que la mayor que tuvieron fue tener premisas y
esperanzas de llegar a ser escuderos. ¡Con qué maldiciones la
maldicen! ¡Con cuántos improperios la deshonran! Y no por más de
que porque piense el que los oye que de alta, próspera y buena
ventura han venido a la desdichada y baja en que los miran.
BERGANZA.-Tienes razón; «y has de saber que este alguacil tenía
amistad con un escribano, con quien se acompañaba; estaban los
dos amancebados con dos mujercillas, no de poco más a menos,
sino de menos en todo; verdad es que tenían algo de buenas caras,
pero mucho de desenfado y de taimería putesca. Éstas les servían
de red y de anzuelo para pescar en seco, en esta forma: vestíanse
de suerte que por la pinta descubrían la figura, y a tiro de arcabuz
mostraban ser damas de la vida libre; andaban siempre a caza de
estranjeros, y, cuando llegaba la vendeja a Cádiz y a Sevilla,
llegaba la huella de su ganancia, no quedando bretón con quien no
embistiesen; y, en cayendo el grasiento con alguna destas limpias,
avisaban al alguacil y al escribano adónde y a qué posada iban, y,
en estando juntos, les daban asalto y los prendían por
amancebados; pero nunca los llevaban a la cárcel, a causa que los
estranjeros siempre redimían la vejación con dineros.
«Sucedió, pues, que la Colindres, que así se llamaba la amiga del
alguacil, pescó un bretón unto y bisunto; concertó con él cena y
noche en su posada; dio el cañuto a su amigo; y, apenas se habían
desnudado, cuando el alguacil, el escribano, dos corchetes y yo
dimos con ellos. Alborotáronse los amantes; esageró el alguacil el
delito; mandólos vestir a toda priesa para llevarlos a la cárcel;
afligióse el bretón; terció, movido de caridad, el escribano, y a puros
ruegos redujo la pena a solos cien reales. Pidió el bretón unos
follados de camuza que había puesto en una silla a los pies de la
cama, donde tenía dineros para pagar su libertad, y no parecieron
los follados, ni podían parecer; porque, así como yo entré en el
aposento, llegó a mis narices un olor de tocino que me consoló
todo; descubríle con el olfato, y halléle en una faldriquera de los
follados. Digo que hallé en ella un pedazo de jamón famoso, y, por
gozarle y poderle sacar sin rumor, saqué los follados a la calle, y allí
me entregué en el jamón a toda mi voluntad, y cuando volví al
aposento hallé que el bretón daba voces diciendo en lenguaje
adúltero y bastardo, aunque se entendía, que le volviesen sus
calzas, que en ellas tenía cincuenta escuti d'oro in oro. Imaginó el
escribano o que la Colindres o los corchetes se los habían robado;
el alguacil pensó lo mismo; llamólos aparte, no confesó ninguno, y
diéronse al diablo todos. Viendo yo lo que pasaba, volví a la calle
donde había dejado los follados, para volverlos, pues a mí no me
aprovechaba nada el dinero; no los hallé, porque ya algún
venturoso que pasó se los había llevado. Como el alguacil vio que
el bretón no tenía dinero para el cohecho, se desesperaba, y pensó
sacar de la huéspeda de casa lo que el bretón no tenía; llamóla, y
vino medio desnuda, y como oyó las voces y quejas del bretón, y a
la Colindres desnuda y llorando, al alguacil en cólera y al escribano
enojado y a los corchetes despabilando lo que hallaban en el
aposento, no le plugo mucho. Mandó el alguacil que se cubriese y
se viniese con él a la cárcel, porque consentía en su casa hombres
y mujeres de mal vivir. ¡Aquí fue ello! Aquí sí que fue cuando se
aumentaron las voces y creció la confusión; porque dijo la
huéspeda: ''Señor alguacil y señor escribano, no conmigo tretas,
que entrevo toda costura; no conmigo dijes ni poleos: callen la boca
y váyanse con Dios; si no, por mi santiguada que arroje el bodegón
por la ventana y que saque a plaza toda la chirinola desta historia;
que bien conozco a la señora Colindres y sé que ha muchos meses
que es su cobertor el señor alguacil; y no hagan que me aclare más,
sino vuélvase el dinero a este señor, y quedemos todos por buenos;
porque yo soy mujer honrada y tengo un marido con su carta de
ejecutoria, y con a perpenan rei de memoria, con sus colgaderos de
plomo, Dios sea loado, y hago este oficio muy limpiamente y sin
daño de barras. El arancel tengo clavado donde todo el mundo le
vea; y no conmigo cuentos, que, por Dios, que sé despolvorearme.
¡Bonita soy yo para que por mi orden entren mujeres con los
huéspedes! Ellos tienen las llaves de sus aposentos, y yo no soy
quince, que tengo de ver tras siete paredes''.
»Pasmados quedaron mis amos de haber oído la arenga de la
huéspeda y de ver cómo les leía la historia de sus vidas; pero, como
vieron que no tenían de quién sacar dinero si della no, porfiaban en
llevarla a la cárcel. Quejábase ella al cielo de la sinrazón y justicia
que la hacían, estando su marido ausente y siendo tan principal
hidalgo. El bretón bramaba por sus cincuenta escuti. Los corchetes
porfiaban que ellos no habían visto los follados, ni Dios permitiese lo
tal. El escribano, por lo callado, insistía al alguacil que mirase los
vestidos de la Colindres, que le daba sospecha que ella debía de
tener los cincuenta escuti, por tener de costumbre visitar los
escondrijos y faldriqueras de aquellos que con ella se envolvían.
Ella decía que el bretón estaba borracho y que debía de mentir en
lo del dinero. En efeto, todo era confusión, gritos y juramentos, sin
llevar modo de apaciguarse, ni se apaciguaran si al instante no
entrara en el aposento el teniente de asistente, que, viniendo a
visitar aquella posada, las voces le llevaron adonde era la grita.
Preguntó la causa de aquellas voces; la huéspeda se la dio muy por
menudo: dijo quién era la ninfa Colindres, que ya estaba vestida;
publicó la pública amistad suya y del alguacil; echó en la calle sus
tretas y modo de robar; disculpóse a sí misma de que con su
consentimiento jamás había entrado en su casa mujer de mala
sospecha; canonizóse por santa y a su marido por un bendito, y dio
voces a una moza que fuese corriendo y trujese de un cofre la carta
ejecutoria de su marido, para que la viese el señor tiniente,
diciéndole que por ella echaría de ver que mujer de tan honrado
marido no podía hacer cosa mala; y que si tenía aquel oficio de
casa de camas, era a no poder más: que Dios sabía lo que le
pesaba, y si quisiera ella tener alguna renta y pan cuotidiano para
pasar la vida, que tener aquel ejercicio. El teniente, enfadado de su
mucho hablar y presumir de ejecutoria, le dijo: ''Hermana camera,
yo quiero creer que vuestro marido tiene carta de hidalguía con que
vos me confeséis que es hidalgo mesonero''. ''Y con mucha honra -
respondió la huéspeda-. Y ¿qué linaje hay en el mundo, por bueno
que sea, que no tenga algún dime y direte?'' ''Lo que yo os digo,
hermana, es que os cubráis, que habéis de venir a la cárcel''. La
cual nueva dio con ella en el suelo; arañóse el rostro; alzó el grito;
pero, con todo eso, el teniente, demasiadamente severo, los llevó a
todos a la cárcel; conviene a saber: al bretón, a la Colindres y a la
huéspeda. Después supe que el bretón perdió sus cincuenta escuti,
y más diez, en que le condenaron en las costas; la huéspeda pagó
otro tanto, y la Colindres salió libre por la puerta afuera. Y el mismo
día que la soltaron pescó a un marinero, que pagó por el bretón,
con el mismo embuste del soplo; porque veas, Cipión, cuántos y
cuán grandes inconvenientes nacieron de mi golosina.»



Hasta aquí nuestro pequeño homenaje, a este genial escritor que aun a nuestro pesar nos dio el nombre a un controvertido personaje, pero es mejor ser mencionado aun siendo  controvertido, que no ser .


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